Abril y Mayo de 2017 han sido los meses más complicados y de mayor inestabilidad para Colombia. Diferentes protestas y marchas han ocupado las planas de periódicos nacionales y titulares de medios de televisión. Y no es para menos: Paros cívicos en la ciudad de Buenaventura y el departamento del Chocó por causa de las condiciones sociales y económicas que les afectan (A pesar de ser Buenaventura uno de los puertos más importantes del Pacífico sufre por la delincuencia, la desigualdad social y la falta de servicios públicos y oportunidades laborales; y el Chocó ha recibido durante muchos años promesas de papel para mejoramiento de vías y acceso a servicios de salud de tercer nível); paro de profesores por el incumplimiento a lo pactado con el Gobierno Nacional en los acuerdos para finalizar las marchas del año 2015; y el paro de la rama judicial, del INPEC y ahora de petroleros. Si analizamos el común denominador de todas las manifestaciones, se llega a la misma conclusión: Un Gobierno que le gusta llenarse su boca haciendo compromisos; pero a la hora de la verdad no los cumple, o espera que el fulano de turno se encargue del desorden que ha dejado.
La respuesta es «No hay plata para esto, no hay plata para aquello, si se hace esto se desfinancia esto otro…» Son las excusas que comúnmente oímos de unos gobernantes tercos e individualistas, en un país donde la corrupción es imperante y es la que nos gobierna y dirige en todo; en un país donde hay una gran cantidad de dinero que se recauda de los impuestos que se le cobran a los pobres y a la clase media (porque los vemos reflejados ahora en la canasta «familiar» y en las llamadas o planes de minutos que se pagan en los celulares o en el Internet), y que debe de ser destinado a la construcción de vías, centros educativos, hospitales, y para fomentar la competitividad, la investigación y la innovación; pero que se pierde en su totalidad por culpa del CVY (Cómo voy yo) o de las comisiones para, fraudulentamente, obtener los contratos y las licitaciones de obras que a la postre constarán más de lo presupuestado, se entregarán en fechas imprecisas, o se convertirán después en elefantes blancos.
El Gobierno de ahora se mofa de ser quien sacó adelante un acuerdo de paz, y exhibe un premio Nobel como un escudo a la cantidad de exigencias a que sea un gobierno de palabra, y no un Estado mentiroso, aprovechado, corrupto, igual al de todos los anteriores, en los años que Colombia lleva conformada como una nación. Aunque Juan Manuel Santos no es el causante de tan escandalosas crisis, sí nos ha sorprendido el nivel de mentiras y engaños al que ha llegado para hacerse con la confianza de sus conciudadanos y apalancar su mermelada política. Y no solo este, sino también muchos de los parlamentarios del Congreso que se han prestado a aprobar reformas lapidarias para el pueblo, y hacer sugerencias sobre ineficacias de los sistemas laborales y pensionales que rigen en Colombia, solo por el hecho de que afecta sus bolsillos y el de sus padrinos políticos: las multinacionales que hoy son dueñas de casi todos los recursos naturales, renovables y no renovables, de nuestra nación; las cuales no quieren ver afectados sus intereses económicos.
Sí, somos una nación ejemplo de paz; pero un desastre como pueblo. Desangrados por la mentira, por las multinacionales que despojan a campesinos de sus tierras ante la mirada indiferente de los dirigentes de turno. Por los políticos que aparecen cada cuatro años prometiendo el cielo y la tierra; pero no quieren devolver ni una hectárea de los terrenos que ellos mismos se han robado y con los cuales se han enriquecido. Por el Gobierno que prefiere aumentar impuestos y más impuestos, hablando de un déficit fiscal que tanto los gobernantes de turno y sus antecesores ocasionaron por corruptos; y que ahora que el pueblo exige que sean ellos los que devuelvan el dinero que se han robado, se salen del Congreso y argumentan diciendo que somos una plaga, que esa no es la mejor decisión para Colombia, o que seguiremos igual o peor descontandoles de su sueldo. Lo peor no es quitarles plata (Es lo mejor, dado que legislan para ellos mismos, no para nosotros); lo peor es que todavía les sigamos creyendo su libreto, típico de telenovelas mexicanas con las que nos embolatan para olvidar la realidad de nuestra nación, y que sigamos votando por ellos. Un desastre de pueblo que prefiere morir de hambre, sed, de falta de oportunidad, de inseguridad, de delincuencia, en lugar de bajar de su idílico lugar a los incompetentes que nos dirigen.
Para no seguir con más detalles, aquí un video del querídisimo señor presidente Juan Manuel Santos haciendo promesas de campaña que nunca cumplió durante los 8 años que se encargó de «gobernar» a Colombia; una muestra de la forma tan dantesca como hemos sido engañados y ahora vivimos estas nefastas consecuencias: