El año 2019 ha estado marcado por una creciente hola de inconformismo por políticas públicas, situaciones sociales y económicas y problemas de corrupción en diferentes países latinoamericanos.

Ha sucedido en años anteriores; pero no han sido tan impresionantes y marcadas como las que han acontecido en Argentina, Brasil, México, y esta última semana, en Ecuador. Recortes presupuestales, cambios en las políticas relacionadas con salarios y pensiones, eliminación de subsidios, represión a las marchas sociales y el mal manejo de los gobiernos a la inflación y a la crisis generada por el incremento del valor adquisitivo del dólar con respecto a las monedas latinoamericanas, han sido el caldo de cultivo para que muchas personas, inconformes con los gobiernos de turno, salgan a las calles a exigir mejores condiciones laborales, luchas contundentes contra la corrupción, medidas efectivas contra el incremento del valor del dólar y el estancamiento económico. Pero sobretodo, contra la represión y el desconocimiento de las problemáticas sociales que acongojan a cada uno de los países.

El caso de Brasil. Las políticas extremistas de Jair Bolsonaro, su desprecio por los problemas principales del país, los grandes recortes en educación, salud, jubilación, y su desconocimiento y desprecio por la situación del medio ambiente, han llevado a que muchos brasileños salgan a las calles a exigirle a Bolsonaro que reconsidere sus políticas. Su ideología de ultra derecha y su pensamiento cerrado en cuanto al manejo de la economía y las marchas sociales, han aumentado el inconformismo de la gente y se han agolpado a las calles para presionar a corregir estas políticas, a pesar de la desinformación presentada por el Gobierno y el no querer responder por temas tan delicados como los incendios en la Amazonía, el recorte a la educación, la negación de los derechos civiles, entre otros.

En Ecuador, varias medidas económicas, entre ellas las que indican al aumento a la gasolina y la suspensión del subsidio de transporte, llevó a la población, en su mayoría indígena, a manifestarse en las calles. Fue tal la magnitud de las protestas (en su mayoría violentas por la intervención de la fuerza pública) convocó a una gran cantidad de personas, y presionó al gobierno de Lenín Moreno a retirar las propuestas y a participar en mesas de concertación con la comunidad (la fuerza de las protestas llevó al Ejecutivo a huir de Quito y trasladarse a Guayaquil, hasta la firma de los acuerdos).

En Chile, el aumento de los precios en el metro de Santiago fue la mecha que encendió la indignación del pueblo chileno a años de reformas laborales, educativas y sociales que han sumido a la población en crisis económicas, acceso limitado a la educación superior pública, al alto costo de vida en las ciudades principales chilenas, al precario acceso a la salud y medicamentos, y el no acceder a una pensión laboral digna. Durante el mes de Octubre hasta hoy, las protestas han sido multitudinarias, tanto que más de un millón de personas protestaron en la Plaza Italia y Plaza Baquedano, de Santiago de Chile. Hasta el día de hoy, estas continúan, y la gran mayoría de chilenos están exigiendo una Asamblea Nacional Constituyente que sí responda a las necesidades y al proyecto de país al que aspiran sus ciudadanos (Pues para muchos, la actual Constitución fue redactada por la clase dirigente del país y desconoció las exigencias de su población luego de la dictadura)

Y países como México y Argentina han salido a marchar en defensa de los derechos humanos, respeto por la dignidad de la mujer, y exigencias al Estado de responder por los temas más delicados que aquejan a ambos países: En el caso de México, las protestas escalonadas de los transportadores y taxistas por causa de las aplicaciones móviles de transporte; y en el de Argentina, por la situación económica, la inflación disparada y la devaluación del peso argentino.

¿Y Colombia?…

Durante muchas décadas, el país ha tenido que atravesar por acontecimientos sociales y políticos que lo han llevado a lo más oscuro de su historia. No obstante, los colombianos seguimos negando la posibilidad de tomar por nuestras propias manos el destino del proyecto que queremos ver reflejado en el país. Las decisiones de Estado en contra de la población en materia de salud, educación, derechos civiles, desarrollo social, entre otros, se han ido acumulando en las nuevas generaciones y ha despertado el descontento de la gente.

Con los últimos acontecimientos, como la muerte de menores en operativos militares, la alta cantidad de desinformación y noticias falsas realizada por el gobierno para desacreditar a las organizaciones y sindicatos, la despreocupación por la muerte de líderes sociales, y las medidas económicas que atentan contra la estabilidad económica y laboral de la clase trabajadora del país (y que beneficiará, nuevamente, a los bancos y a las multinacionales), la gente ha empezado a discutir estas situaciones, y el descontento general se ha incrementado, hasta el punto de exigir la renuncia de Iván Duque y el gabinete de trabajo, en el próximo paro nacional del 21 de Noviembre.

¿Será suficiente para que de una vez, en muchos años, los colombianos nos unamos en una causa común? Hasta el momento, el panorama no es claro; y todo porque un sector de los colombianos ha creído en las mentiras de la extrema derecha, quien ha informado, erradamente, que las protestas son instadas por el socialismo; y estos han buscado la manera de evitar que se realicen, y que sean vistas como algo criminal. Hay reacciones divididas por estas declaraciones irresponsables; pero lo más importante que deberíamos ver los colombianos es que la situación actual A TODOS NOS AFECTA, y que no hacer algo al respecto en la vida real (No solo aquí, por redes sociales), se convertirá en un error total que nos afectará a nosotros y a nuestras futuras generaciones.

Si hoy no tomamos en nuestras manos las riendas del destino de nuestros países, si no nos enfrentamos al miedo que nos causa el espejismo de un poder sin poder, entonces dejaremos morir para siempre la oportunidad de un futuro mejor para los que vienen después de nosotros.

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