El mundo está cambiando, ¿y nosotros?

El mundo está cambiando, ¿y nosotros?

No hay necesidad de ahondar en el momento que actualmente esta viviendo el mundo: Una pandemia capaz de ponerle un freno al casi imparable consumismo y desenfreno humano, y que ha llevado una gran parte de la población del planeta a aislarse en sus hogares. Los sistemas sanitarios de cada nación y la agilidad de respuesta ante la crisis que cada una de ellas ha implementado están siendo puestos a prueba. La economía enfrenta un proceso de recesión inminente, siendo evidente que el modelo económico actual no es sostenible. El deterioro del medio ambiente no se puede ignorar más porque está presente y es causa de esta situación, adicionalmente que se debe replantear la existencia o efectividad de los empleos tradicionales, de la calidad de la información de Internet y los nuevos procesos educativos y de comunicación que se han llevado a cabo en cada uno de los países.

El mundo se está transformando; ¿pero nosotros nos estamos transformando al mismo ritmo?

Este ha sido el momento en el que cada uno de los que nos encontramos en esta cuarentena comenzamos a reconsiderar nuestra vida, nuestra esencia, las prioridades que decimos tener. Un tiempo en el que nos estamos encontrando a sí mismos y empezando a conocer a quienes nos rodean en nuestra familia, a quienes casi siempre no determinamos porque tenemos la falsa sensación de que el dinero y el trabajo son prioridad para la estabilidad de los que queremos; y y nos damos cuenta que eso no es del todo cierto. Es notoria también la solidaridad de la gente, el apoyo a quienes no devengan un sueldo, viven del día a día y que esta situación los ha puesto a riesgo de morir de hambre o de ser sacados de sus casas, y han aparecido grupos de personas (a manera personal o desde los gobiernos locales) para sostenerlas durante el tiempo difícil que viene. Recuperando pasatiempos, talentos, habilidades que habían quedado relegadas por el afán en el que vivimos. El mismo planeta tierra se ha ido recuperando de la contaminación y la carga que le hemos colocado con todas nuestras actividades. El Internet ha ocupado un lugar cada vez más importante en el mundo, en el que cada uno está conectado y con acceso a información; pero ha sido también la puerta para que muchos se replanteen como calificar la calidad y veracidad de la misma para evitar las falsas noticias y el pánico mundial.

Pero también es notorio el lado oscuro que tenemos todos nosotros. Muchos que han preferido pasar por alto las recomendaciones de aislamiento y desafían las normas de sus países; personas que se aprovechan de esta situación para especular con los precios de productos sanitarios y alimenticios o estafar a los más necesitados con falsas ayudas que nunca van a recibir. Se hace evidente la ineptitud de los gobernantes para enfrentar estas crisis, porque en un principio antepusieron sus intereses personales o por favores políticos; y cuando cayeron en cuenta de la gravedad de la pandemia, tomaron medidas tardías que en las próximas semanas pueden llegar a ser fatales. Falsos pastores de refugios que en lugar de dar ayuda a quienes estarán necesitados durante esta cuarentena, exigen igual el diezmo y ayudas del gobierno para ellos mismos; no piensan en entregar sus lugares de reunión para albergar a quienes no tienen lugar para aislarse. Que los sistemas de salud mundial, con el modelo que están aplicando actualmente, no es eficiente y denigra la calidad de los profesionales y administrativos del sector, y que los gobiernos han descuidado por causa de la corrupción y el desinterés por la vida de sus ciudadanos.

La humanidad ha entrado en un proceso en el cual deberá cambiar de mentalidad, dejar las separaciones por la raza, por el origen, por el sexo, por los pensamientos críticos diferentes; es cambiar ese pensamiento cultural en el que prima el egoísmo y las ansias de poder y de ascender; aprender que todos somos hermanos, y que aquellos a quienes tanto despreciamos y discriminamos (Como se ve en todos los países del mundo, la xenofobia y el racismo que nos divide en lugar de unirnos) son los que ahora están dispuestos a tendernos la mano y arriesgar sus propias vidas. No es solo aplaudir o escribir por ellos, sino apoyarlos acatando las medidas: Quedándonos en casa, exigiendo a nuestros gobernantes que dejen de robarse el dinero público para ellos y para sus protegidos y que lo inviertan en fortalecer la salud, la educación, la vivienda, el trabajo digno para todos. Es el tiempo que nos han dado para amarnos fraternalmente y ser considerados como hermanos; y no matarnos ni odiarnos por un color de piel o por la tierra en la que nacemos, que hoy es la misma para todos.

Esta pandemia pasará; pero dejará tras de sí un mundo completamente diferente, con una nueva mentalidad y con un poco de valor hacia lo sencillo; pero elegante de la vida. Un mundo que no correrá demasiado al afán de su consumismo, sino más consciente de su impacto en la tierra y en la vida de quienes lo rodean.

¿Seremos parte de esa transformación o quedaremos marginados bajo nuestra propia opinión, sumidos en ignorancia?